La revolución económica
La revolución económica

La revolución económica

La economía colaborativa es un modelo económico basado en el intercambio y la puesta en común de bienes y servicios mediante el uso de plataformas digitales. Una verdadera revolución en el seno del sistema capitalista que se ha acelerado como consecuencia de la crisis económica del 2008, del empobrecimiento de la sociedad y de la irrupción de la pandemia de la Covid_19.

El actual modelo de economía basado en la acumulación, la propiedad privada, la hiperproducción y la hiperconsumo –que precaritza el trabajo y amenaza el medio ambiente– está creando una fuerte desconfianza hacia el neoliberalismo y hacia las élites políticas, financieras y bancarias. Ante este modelo de economía competitiva, la economía colaborativa se inspira en las utopías del compartir y de los valores no mercantiles como la ayuda mutua. Este modelo de intercambio no es nada nuevo en la economía de mercado, no obstante, los avances tecnológicos facilitan de forma muy eficiente el auge de este. Una economía colaborativa que aporta a la ciudadanía sentido y ética responsable, que posibilita consumir a menor precio y disponer de otras fuentes de ingresos gracias a Internet, y que  facilita soluciones menos agresivas para el planeta. En este sentido, al promover el intercambio disminuye la producción y, por lo tanto, el entorno es más sostenible. La expansión de este modelo económico es imparable y crece entre el 15% y el 17% anual en sectores tan diversos como el turismo, la industria del motor, las finanzas, la venta por correo, la enseñanza universitaria, el transporte, la prensa, el cine o la edición.

La economía de mercado depredadora –dominada por el sistema financiero– y la economía colaborativa –basada en la interacción entre las personas– coexisten momentáneamente. El avance de esta nueva economía es un camino sin marcha atrás, donde proliferan las ideas de emprendedores para crear plataformas para compartir bienes o servicios, donde se multiplica la oferta para los consumidores y donde se optimizan los recursos y, en consecuencia, la eficiencia energética. No obstante, no hay que olvidar que este es también el nuevo rostro de un capitalismo que muta para alejarse del agotado modelo ultraliberal. En este sentido, los ejemplos de crecimiento más espectaculares, como Uber, Cabify, Airbnb, Netflix, Wallapop, Deliveroo, Glovo, etc. que –junto con las tecnológicas y las redes sociales– se han convertido en las nuevas grandes empresas globales, plantean un desafío abierto a las empresas tradicionales y a los gobiernos.

Es por eso que el cambio imparable hacia una nueva forma de consumir tiene que estar ligado con la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales. La regulación de las plataformas digitales, asegurar el pago de tasas e impuestos de estas empresas, garantizar y mejorar los derechos de los e-trabajadores, así como potenciar el desarrollo local sostenible y evitar la expansión de la economía sumergida son los retos mayúsculos a abordar por las administraciones públicas para garantizar la defensa del estado de bienestar, la redistribución social y el bien común.

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