La huella del desierto
La huella del desierto

La huella del desierto

  • La planificación y la organización son garantía del éxito en una travesía por un entorno natural extremo.
  • La capacidad de adaptación y la determinación hacia el objetivo común de las personas que conforman el equipo son clave.
  • Conocer los propios miedos, afrontarlos y avanzar paso a paso para superar las dificultades se hace imprescindible.

En un mar de dunas lejanas, bajo un sol de justicia y una tormenta de arena que sorprendía a los propios bereberes empezábamos una travesía por el desierto del Sáhara en la remota región del Valle del Draa. Una expedición planificada metódicamente, organizada al detalle por Adventure Running Trips y con el acompañamiento de un gran equipo humano fueron las garantías del éxito para una auténtica aventura en los tiempos modernos que superó las expectativas iniciales.

En los dos primeros días de la travesía el fuerte viento, sus dolorosas rachas, la constante polvareda y una incesante arena que se colaba por todas partes nos pusieron a prueba, casi al límite en algún momento, pero la adaptación al entorno adverso y la determinación con el objetivo hicieron avanzar a todas las personas que conformábamos la expedición. La resistencia ante las dificultades hizo que paso a paso, kilómetro a kilómetro, checkpoint tras checkpoint llegásemos a superar los momentos más adversos de la travesía. Conocer los propios miedos para afrontarlos y que no limiten nuestros pasos para continuar avanzando en el incierto camino es un claro ejemplo de espíritu de superación. La motivación, la actitud positiva, el compromiso, el liderazgo y el compañerismo fueron elementos básicos para el éxito global de la expedición.

Quietud, paz interior, silencio, autoconocimiento y des(conexión) de un mundo occidental que va demasiado rápido fueron otros aspectos que se revelaron como un oasis en medio de la inmensidad del desierto. La Draa Running Expedition fue un viaje de aventura vinculado –personalmente– a un reto deportivo solidario pero, también, un recorrido cultural y social por una región de contrastes, de sabores, de olores, de colores y de muchas desigualdades y dificultades para la población local y para el medio natural. Adentrarse en la inmensidad de las dunas de Erg Chegaga –un remoto desierto lejos de cualquier civilización–, afrontar una última etapa bajo las estrellas –sin ninguna contaminación lumínica– recorriendo un espacio natural inhóspito, como el lago Iriki,  e ir restando kilómetros ,disfrutando de una espectacular salida del sol, fueron un regalo para los sentidos.

Dicen que el desierto te atrapa y creo que es cierto, porque su belleza y dureza se tienen que vivir y disfrutar como personas libres y felices, tal y como establece la simbología Amazigh.

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